Pedro Casaldáliga ha sido una voz firme en la defensa de que, para el socialismo nuevo, la utopía continúa. Y aclara: la utopía de que hablamos, la compartimos con millones de personas que nos precedieron, dando inclusive su sangre, y con millones que hoy viven y luchan y marchan y cantan. Para él, esta utopía está en construcción, somos obreros de la utopía.
Incluso conviviendo con el “hermano Parkinson”, como él mismo define la enfermedad de Parkinson –una enfermedad neurológica que afecta los movimientos de la persona, causa temblores, lentitud de movimientos, rigidez muscular, desequilibrio además de alteraciones en el habla y en la escritura– cariñosamente respondió a nuestras preguntas.
Y, en esta entrevista con el periódico “Brasil de Fato”, Casaldáliga habla del “absurdo criminal de constituir la sociedad en dos sociedades de hecho: la oligarquía privilegiada, intocable, y todo el inmenso resto de humanidad arrojada al hambre, al sin-sentido, a la violencia enloquecida”.
Defiende que, hoy, sólo la participación activa, pionera, de movimientos sociales puede rectificar el rumbo de una política de privilegio para unos pocos y de exclusión para la desesperada mayoría.
¿Cómo ha visto la devastadora crisis que ya afecta a todos los países y sobre todo a la clase trabajadora?
Con mucha indignación y revuelta; con una sensación de impotencia y a la vez la voluntad radical de denunciar y combatir a los grandes causantes de esa crisis. Olvidamos muy fácil
que la crisis fundamentalmente es provocada por el capitalismo neoliberal. Irrita ver a gobernantes y a toda la oligarquía justificando que las economías nacionales deban servir al capital financiero. Los pobres deben salvar económicamente a los ricos. Los bancos sustituyen a la comida de la familia, al presupuesto para la escuela, a los equipamientos de los hospitales…
Yo estaba comentando ayer [19 de diciembre] con unos compañeros de misión que la avalancha de dimisiones acabará justificando una avalancha de atracos, por desesperación. Está creciendo cada día más el absurdo criminal de constituir la sociedad en dos sociedades de hecho: la oligarquía privilegiada, intocable, y todo el inmenso resto de humanidad arrojada al hambre, al sin-sentido, a la violencia enloquecida. Se cierran las empresas, cuando no consiguen un lucro voraz, y se cierra el futuro de un trabajo digno, de una sociedad verdaderamente humana.
¿Cómo analiza el papel de los movimientos sociales frente a la actual coyuntura?
Hace ya un buen tiempo, sobre todo en el Tercer Mundo (en concreto en nuestro Brasil, en Nuestra América), que científicos sociales y dirigentes populares vienen proclamando que hoy sólo la participación activa, pionera, de movimientos sociales puede rectificar el rumbo de una política de privilegio para unos pocos y de exclusión para la desesperada mayoría. Los partidos y los sindicatos tienen todavía su rol; deben conservarlo o reivindicarlo. Sindicato y partido son mediaciones políticas indispensables; pero el movimiento social organizado, presente en el día a día del pueblo, es siempre más urgente, como una especie de “vanguardia colectiva”.
Frente a este escenario, a su juicio, ¿cuáles son las alternativas para los pobres del mundo hoy?
La alternativa es creer precisamente que “Otro Mundo es Posible” y entregarse individualmente y en comunidad o grupo solidario e ir haciendo real ese “mundo posible”. El capitalismo neoliberal es la raíz de esta crisis y solamente hay un camino para que la justicia y la paz reinen en el mundo: socializar las estructuras contestando de hecho la desigualdad socioeconómica, la absolutización de la propiedad y la propia existencia de un Primer Mundo y un Tercer Mundo, para ir construyendo un solo Mundo, igualitario y plural.
Con frecuencia respondo a periodistas y amistades del Primer Mundo que solamente la construcción de un solo mundo (y no dos o tres o cuatro) podrá salvar la humanidad. Es utopía, una utopía “necesaria como el pan de cada día”. Donde no hay utopía no hay futuro.Brasil de
Fato, 7 de enero de 2009.